Un Camino de Esperanza en La Paz

diciembre 2, 2024

En la vibrante y ajetreada ciudad de La Paz, Bolivia, donde las montañas parecen abrazar el cielo, vive Juana, una mujer de 62 años cuya vida ha sido un desafío constante de salud. Desde que fue diagnosticada con fibromialgia e hipotiroidismo, su camino ha estado marcado por el dolor y la incertidumbre. A esto se suman las complicaciones cardíacas e intestinales derivadas del Chagas y una cirugía de cabeza por neuralgia del trigémino, que la obligaron a jubilarse por invalidez a los 50 años, truncando una carrera profesional que amaba profundamente.

Juana no está sola en este viaje. Su esposo y sus hijas son su roca, siempre a su lado, compartiendo sus luchas diarias. Sin embargo, el sistema de salud al que deben enfrentarse es deficiente, carente de medicamentos y, a menudo, de empatía y compasión. La fibromialgia es una enfermedad que no es muy difícil de comprender, a simple vista, estas personas no parecen estar enfermas, pero, como dice el refrán, «la procesión va por dentro». Quienes viven con fibromialgia enfrentan un dolor constante en músculos y articulaciones, intensificado por cambios de temperatura, ya sea de calor a frío o viceversa. Incluso las variaciones internas de la temperatura corporal, muchas veces imperceptibles, generan sensaciones de ardor, picazón o frío, especialmente en las extremidades. Una persona con fibromialgia enfrenta un dolor múltiple que puede alcanzar niveles insoportables, afectando cada aspecto de su vida cotidiana. En una ocasión, durante una crisis de dolor insoportable, Juana fue llevada a la unidad de emergencias. Allí, pasaron cinco horas en una silla, sin una camilla disponible, sufriendo en silencio. Esa experiencia la marcó profundamente, tanto que ahora prefiere soportar el dolor en casa, incluso cuando el sufrimiento la lleva a desear que todo termine.

Pero en medio de este panorama sombrío, hay destellos de luz. La doctora Sandra, su médica familiar, y el doctor Cristhian, especialista en terapia del dolor, son profesionales que encarnan la verdadera esencia del cuidado humanizado. Sandra no solo se preocupa por Juana, sino que también está atenta a las necesidades de toda su familia, entendiendo que el bienestar de Juana está intrínsecamente ligado al de sus seres queridos. Cristhian, por su parte, ofrece una atención compasiva, siempre dispuesto a responder llamadas y mensajes, sin importar la hora, porque sabe que Juana solo lo contacta cuando realmente lo necesita.

Estos momentos de atención cálida y humana han transformado la experiencia de Juana. Aunque el sistema de salud sigue siendo un desafío, la dedicación y empatía de Sandra y Cristhian le han devuelto la esperanza. Juana ha aprendido que, aunque el dolor físico es una constante en su vida, el apoyo emocional y la comprensión pueden aliviar el peso de su carga.

La historia de Juana nos recuerda la importancia de un sistema de salud que prioriza la humanidad y la eficiencia, donde el sufrimiento de los pacientes no sea una mera estadística, sino una llamada a la acción compasiva. En un mundo donde la tecnología y la medicina avanzan a pasos agigantados, nunca debemos olvidar que el corazón del cuidado de la salud reside en la conexión humana, en ver al paciente como un ser integral, digno de respeto y amor.

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